domingo, 30 de mayo de 2021

DEVASTACIÓN HUMANA EN LA COLONIA DEL PERÚ

John Murra, en su libro “El mundo andino”, cuando se refiere al impacto que causó la llegada de los españoles al Perú, califica como el “cataclismo de Cajamarca”, por muchas razones, y es que no deja de tener razón porque en el gobierno y colonia que instauraron la población peruana, tawantinsuyana sufrió la peor crisis de devastación humana que llego a niveles realmente de catástrofe. El historiador y antropólogo peruano Luis E. Valcárcel, señala que la población indígena antes de la llegada de los españoles fue de 13 a 15 millones de habitantes (1956). En cambio, hay otros como el escritor y cronista español Alonso Carrió de la Vandera, que concede 7 millones en un estudio que realizo en 1773, o la del padre Cappa que en 1888, apenas otorga 4 millones y medio; el médico e historiador Sebastián Lorente que después de originales argumentos se inclina por los 10 millones (1860). En estudios recientes de Smith, Wachtel y Cook, dan una población que fluctúa entre 8 y 10 millones (Contreras, 2020).

En 1548, es decir, 16 años después de la llegada de los españoles, el licenciado Pedro de la Gasca, levantó un censo que dio la cifra de 8’285,000 habitantes. En 1569, el Virrey Toledo realizó un censo con fines netamente tributarios. Los resultados dieron 1’067,696 indios varones entre 18 a 50 años. De acuerdo con esta cantidad se estima que la población total ascendía a 8 millones, más o menos.

En estos censos basan sus afirmaciones los cronistas e historiadores que propugnan la tesis de que el Perú tenía un mínimo de 10 millones el año 1532.

Ya en los siglos XVI Y XVII, en plena Colonia en el Perú, se hicieron denuncias a la misma Corona Española sobre la drástica despoblación indígena, “retroceso demográfico”, como denominan algunos estudiosos a este fenómeno. A fines del siglo XVIII, en 1795, el Virrey Francisco Gil de Taboada y Lemos efectúa un censo que arroja 1’232,122 habitantes. La diferencia entre esta cifra y las halladas por De la Gasca y Toledo, es bastante marcada. Un déficit de 5 o 6 millones de gente, cantidad que resulta todavía reducida, pues, si se considera que las poblaciones casi siempre se duplican en el espacio de 100 años, partiendo de la base de los 8 millones de los censos de las Gasca y Toledo, el censo de Taboada y Lemos debió encontrar una cantidad superior a los 15 millones.

Los incas tenían un riguroso sistema de controlar el movimiento poblacional. Pedro Cieza de León[1], cronista que alcanzó a ver los últimos vestigios del Tawantinsuyo, dice lo siguiente:

“… cada provincia en fin del año mandaba asentar en los quipos, por la quenta de sus ñudos, todos los hombres que habían muerto en ella en aquel año y por el consiguiente los que habían nacido como los que faltaban por ser muertos, y en esto había gran verdad y certidumbre”.

Fatalmente, como los tawantinsuyanos no conocían la escritura, la interpretación del simbolismo de los Khipus ha quedado expuesta a los mayores riesgos, sin que fuera posible reunir datos para explicar el hecho que estamos tratando.

Veamos ahora cuales fueron los hechos que intervinieron para la devastación humana en el Perú de la Colonia.

TRATO DENIGRANTE E INHUMANO.

Por registros de la época y el trabajo de Investigadores se demostró que los españoles pusieron a los nativos peruanos en situación y condiciones infrahumanas. El Doctor Tello[2] encontró en el Museo Británico una importante prueba escrita, se trata de una información anónima que lleva por título: “Discurso sobre si conviene que se vendan las jurisdicciones de los indios del Marqués de Oropesa”, donde con crudeza y realismo se describe lo ocurrido aquellos años de desorientación. De ese documento extraemos los siguientes párrafos:

“nadie de los que an estado en estas prouincias del Piru ignoran las priesa con que se van acabando los yndios en ellas, esto se echa también de uer en los llanos que en 400 lenguas que ay, no ay oy 4 mil tributarios y el Reparto de Chincha que es de magesd, donde auia 100 mil y más no ay oy 200. En la sierra donde es menos este año en los lugares más bien parados faltan la mitad; y en otros tres las partes; y también ay mucha cantidad de ellos despoblado de todo punto”

Otro documento de gran valor histórico sobre el maltrato y la condición de los peruanos es la carta de Juan Vázquez de Ávila, dirigió al Rey Felipe II, relatándole el tratamiento que recibían los nativos, tal como se evidencia en una parte de la epístola:

“…se espera cada día el remedio de V. M., el cual le es bien menester, ansi para los españoles, como para la reformación de los indios, porque V. M. sepa que si los indios del Pirú son tratados como yo los vi tratar en lo que estuve en el Pirú, V. M. no tiene vasallos naturales de hoy en diez años”…

El Rey Felipe II, dictó las providencias para su pronto remedio, aunque en la práctica nunca se cumplieron, porque en el fondo a nadie le importaba la situación y condición humana de los llamados “indios” del Perú. Solo los veían como tributarios y fuerza de trabajo regalada. He aquí, por ejemplo, un capítulo interesante de una Real Cédula enviada a fines del siglo XVI, al Arzobispo de Lima Toribio Alfonso de Mogrovejo[3].

 “Nos somos informados que en estas provincias se van acabando los indios naturales de ellas por los malos tratamientos que los encomenderos les hacen o que habiéndose disminuido tanto los dichos indios que en algunas partes faltan más de la tercera parte, se llevan las tasas por entero, que es de tres partes las dos más de lo que son obligados a pagar, o los tratan peor que esclavos, y como tales se hallan muchos vendidos y comprado de unos encomenderos a otros, y algunos muertos a coces, y mujeres que mueren y revientan con las pesadas cargas, y a otras a sus hijos las hacen servir en la granjerías y duermen en los campos, y allí paren y crían mordidos de sabandijas ponzoñosas y muchos se ahorcan, y otros se dejan morir sin comer, y otros toman yerbas venenosas, y hay madres que matan a sus hijos en pariendo, lo que dicen que lo hacen para liberarlos de los trabajos que ellos padecen…”

LA MITA MINERA.

La mita en la colonia fue el sistema más cruel y degradante que implementaron los españoles en el Perú, que provocó la total perdida de la condición y dignidad humana, y por ende la vertiginosa desaparición de humanos varones en general en todo el territorio de la Colonia. El trabajo en las minas constituyó la prueba más terrible a que fue sometido el indígena peruano. El obrero se vio expuesto a los más grandes peligros, a trabajar diariamente, durante todo el día en ambiente confinado y miserable de galerías subterráneas. El sistema primitivo de acarreo de minerales les causo enormes e irreparables estragos.

El médico e historiador peruano Juan Bautista Lastres (1935), en su libro “las enfermedades nerviosas durante el Coloniaje”, al tratar sobre el origen de las parálisis, se ocupa del laboreo en las minas, manifestando.

“Cuando los indios portando a cuesta la pesada carga del preciado metal, atravesaban los vericuetos subterráneos, oscuros, malolientes y de atmósfera pesada, se diría que franqueaban el mismo infierno. Era tan dura la tarea, que muchos de ellos sucumbían al esfuerzo muscular, víctimas del desfallecimiento cardiaco”.

Estas palabras de un estudioso hombre de ciencia, hallan respaldo insospechable en el Virrey Francisco de Borja y Aragón, Príncipe de Esquilache, (1615-1621) cuando exclama:

“… digo que es inmenso el trabajo que los indios padecen; y así ha demostrado la experiencia que se van acabando muy a prisa los repartimientos que entran a esta mina”

Se puede imaginar el daño que ocasionaba en su organismo a los obreros nativos al convivir con residuos de arsénico, plomo y mercurio. Nuestro notable cronista indígena Guamán Poma de Ayala, en su libro “Nueva Crónica y Buen Gobierno”, proporciona inagotable fuente de estudios de hechos que observó y graficó de forma directa, es allí donde encontramos una aterradora versión de la huida de los peruanos ante el fantasma de su reclutamiento para las minas.

“…..se ausentan de sus pueblos por no yr a las otras minas a padezer tormento y martirio, y por no padezer en aquel ymfierno aq’llas penas y tormento de los demonios y otros se huyen dellas minas por no morir, ante quieren yr a morir a biuir y dizen q’les acauen una uez porque en cogiendo el mal de azogado se seca como palo y tiene asma y no puede de día ni de noche uiuir y dura un año o dos desta manera y se muere….”

La descripción de Guamán Poma, es realista y nos confirma que el indígena peruano se había convertido en fugitivo dentro de su propia patria.

EL ACOHOLISMO.

El alcoholismo fue otro factor que atento contra la supervivencia del aborigen. Durante el incanato el licor empleado era la chicha. Los españoles la saborearon apenas ingresaron a los dominios del Inca. En las crónicas primitivas de la conquista hay sin número de referencias sobre esta bebida hecha con maíz germinado. La bebida estaba generalizada tanto para uso doméstico y ceremonial, además que existieron medidas restrictivas para castigar la embriaguez, hecho que está comprobado por multitud de documentos. En cambio, los españoles que introdujeron el aguardiente, de mayor contenido alcohólico que la chicha, la consintieron. El desbordamiento fue fatal. No era raro ver en las calles de cualquier pueblo o ciudad, a pobladores indígenas abandonados a su borrachera consuetudinaria, deprimidos, vencidos física y moralmente.

LA DESNUTRICIÓN CRÓNICA.

La alimentación del poblador peruano desde la implantación de la Colonia y Virreinato fue totalmente descuidada, los productos agrícolas por excelencia eran para la encomienda quedando para ellos solo migajas y sobras que no servía para alimentarse adecuadamente. Los españoles encomenderos y las autoridades exigían gran esfuerzo a los nativos en trabajos de construcción y acarreo de materiales, sobornándolos con alcohol y coca.  La coca fue un artículo medicinal y sagrado en el tawantinsuyo, pero por falta de buena alimentación se masificó su uso siendo indispensable al momento de trabajar obligado en largas y tediosas jornadas.

Salomón Ayala Pío, de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en un artículo de 2019, Síntesis histórica de estudios biosociales de la coca y la alimentación en Perú, 1948-1994, señala que.

“El uso de la coca estaba restringido a la esfera medicinal, religiosa y de la nobleza durante el Incanato; luego se promovió su uso indiscriminado con la llegada de los españoles cuando hubo disminución de la agricultura y de la incipiente industria ganadera, lo que resultó en empobrecimiento nacional. El coqueo, fue más practicado en actividades mineras y agrícolas intensivas. Durante el periodo republicano el cocaísmo de la región andina continuó casi en las mismas condiciones que en el virreinato. La masticación de coca, estimada casi una necesidad frente a las penurias de la vida del aborigen al mitigar el hambre y la fatiga, por sus efectos desfavorables fue considerada -con mayor énfasis en la década del cuarenta- como uno de los más importantes problemas médicos sociales del Perú” (Ayala, 2009).

Como podemos ver a la llegada de los españoles, con el caos y la destrucción de la arquitectura incaica, demoliendo sus cimientos, permitió a la masa indígena abalanzarse sobre la codiciada planta, convirtiéndola, por la pobreza emergente y la carencia de alimentos, en un artículo de primera necesidad.

LAS EPIDEMIAS Y ENFERMEDADES.

 A las epidemias corresponde pues una gran responsabilidad en el “retardo demográfico” del país. La ausencia de higiene y la importancia de la ciencia médica de aquella época para detener o cortar enfermedades de tan desastrosa mortalidad como la viruela, ocasionaron perjuicios al capital humano. Nosotros tenemos, gracias a la seguridad y eficiencia de la vacuna antivariólica, un concepto muy diferente sobre la agresividad de esta afección. En época de la Colonia, la viruela se constituyó en el más serio azote contra la vida del indígena.

La viruela fue importada al nuevo Mundo por un esclavo negro que formaba parte de la expedición de Pánfilo Narváez, quien llego a la América Central. En el Perú, afirma el doctor Graña, hizo su aparición durante el reinado de Huayna Cápac, en 1524, causando gran mortalidad, a tal punto que el propio Inca pereció víctima de ella.

Junto a la viruela se debe citar al sarampión, el tifus exantemático, la rabia, la gripe, entre otras, causantes de gran mortalidad entre los aborígenes.

En la obra del doctor Lastres “Las enfermedades nerviosas durante el Coloniaje”, a la que nos hemos remitido anteriormente, por los valiosos datos que encierra sobre el pasado de nuestra historia, encontramos párrafos tan elocuentes como este:

“La evolución biológica del pueblo aborigen, sufrió el rudo trauma psíquico y físico de la conquista, que convirtió la dominación en vasallaje, paralizando sus capacidades creativas”.

BIBLIOGRAFÍA

Ayala Pio, Salomón (2009) Síntesis histórica de estudios biosociales de la coca y la alimentación en Perú, 1948-1994 Lima-Perú. (Ayala, 2009)

Comisión Central del Censo CCC - Carlos E. Lassus Arévalo (1939) Los pobladores Indígenas del Perú a través de la Historia - Lima Perú. (CCC, 1939:)

Francisco Graña Reyes (1878 y 1959) Médico e investigador peruano, uno de los hombres más importantes de la primera mitad del siglo XX.  “La población del Perú a través de la historia” (1916). (Graña, 1916)

John V. Murra (2009) El mundo andino - población medio ambiente y economía- Lima Perú. (Murra, 2009)

Contreras Carranza, Carlos (2020) La crisis demográfica del siglo XVI en los andes: una discusión acerca de sus dimensiones y consecuencias - Pontificia Universidad Católica del Perú - Departamento de Economía - Lima Perú. (Contreras, 2020)


[1]   (Llerena, c. 1520 – Sevilla, 1554) Cronista español de Indias, autor de la Crónica del Perú (1553). Pedro Cieza de León pertenece a aquel genero de hombres que fueron a América como soldados y a los que el Nuevo Mundo convirtió en historiadores o geógrafos.

[2] Julio Cesar Tello Rojas (1880-1947), Medico y Arqueólogo indígena de Latinoamérica, padre de la arqueología peruana.

[3]  Toribio Alfonso de Mogrovejo y Robledo (1538-1606, fue eclesiástico español, santo de la iglesia católica, segundo arzobispo de lima, misionero y organizador de la iglesia católica en el Virreinato del Perú.

 

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