Cuantas veces me quede aquí varado como un náufrago rodeado de estos cerros, en estas quebradas, en estos ríos, debajo de esta infinita lluvia.
Más de veinte años por estas sierras ¿por qué caminando? ¿qué me detiene?
Quizás el magnetismo de sus rocas milenarias, sus estoicos recios consanguíneos
campesinos, sabios amasadores del barro, tejedores laboriosos de sabio ingenio,
que diseñan y pintan sus animales Y chacras en sus chumpis, en sus chuspas y
Ilicllas.
Quizás, fue la música del viento en las oquedades de las rocas de sus
montañas, o el mismo, el mismo viento de sus pétreos y pulmones en sus flautas de
hueso y caña.
Quizás, sus paisajes de frio, lluvia y viento y gran sol en la costra
terrestre de sus muros arqueados, restos de campanario con sus tejas
equilibristas.
Quizás me quede atrapado en algunas retorcidas ramas de sus
chachakomos, o me estrangularon sus raíces, o me perdí en sus callejones, donde
el sol se desbarranca por sus grietas
Quizás me detuve entre los tambores que anunciaban un entierro, en
silencio por el hombre muerto.
Quizás me quede por el té pigado de estas agitadas cuestas, o por el
adobo de la próxima madrugada.
No será que quede de pie al paso de la procesión de cristo indio, de
los temblores cuzqueños. ¿estaré esperando el próximo lunes santo?, o un corpus
Cristi, con un Santo indio
Quizás, tenga que subir por segunda vez al Qoyllor Ritti, como un ukuku
blanco, para ver la tierra desde los Apus antiguos y eternos.
No creo haberme convertido en sal del gigantesco peñón del Qoricancha,
al pie del wilkamayo sagrado, donde crece la piedra de los pichincotos.
Estoy aquí más de veinte años, bajo la lluvia de piedras pulidas por
los hombres y el viento con un corazón de pututu, en un par de usutas,
amarrando el pelo con un huato rojo de chinchero.
Y quede yo aquí, en medio de este callejón de las siete culebras, recogiendo la lluvia que pasa por el arco iris.
PALAO BERASTAIN.
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