Ahí, a la vista de los gráficos que ostenta “Variedades”,
tiene el lector al gigante Juan de la Cruz Sihuana. Es natural del distrito de
Llusco, provincia de Chumbivilcas, del departamento del Cuzco. Ya ha remontado
los 50 años. Pesa 290 libras y mide 2 metros 10 centímetros de estatura por 2
metros 20 de envergadura o “reach”, como dirían los revisteros boxeriles.
Es un curioso caso de acromegalia como apellida la ciencia médica a lo que llamaríamos gigantismo esforzando un tanto el vocablo.
Sihuana es un digno
prototipo de la raza aborigen. Mirada vaga, poco inteligente, nada escrutadora.
Labios gruesos, muy grandes, excesivamente carnosos. Pómulos en relieve, andar
desenmadejado, curvado el Goliat indio, hacia adelante, bajo el peso de las
tremendas espaldas.
La gente, en las calles mal enguijadas de Cuzco, plenas de
sombras, al verlo pasar le han dedicado cuchufletas y sonrisas y el gigante
apenas si se ha permitido lanzarle desde lo alto de su cabezota deforme, una
mirada de desprecio.
Al cronista le rogo llevarlo a Lima. Desea trabajar, ganar
mucho dinero. Pero esta ya viejo y apenas conoce los rudimentos del arte
agrario.
En su tierra, tierra de centauros, no hay caballo que pueda
sostenerlo. Siempre hace sus jornadas a pie. Jamás se destoca. Apenas si el reportero
logro tal milagro a fuerza de razones y para que el grafico que ostenta esta página
resultara mejor. Entonces Sihuana se sintió cohibido y se curvo mucho y hasta
quiso doblar las rodillas e intento dibujar en sus labios carnosos una sonrisa,
en la que había mucho de la tristeza de los que llevan encima una singularidad
que les produce más amarguras y desencanto que alegrías anchas desbordantes.
El gigante y un redactor de la Revista Variedades |
Nos ha contado que su mujer apenas le llega a su cintura. No
tiene hijos y se duele por ello. Cuando abraza hace crujir los huesos del que
cae en las tenazas con que la naturaleza a dotado a Sihuana. Tras abrazar sonríe
y tras sonreír, sobre el gorro de lana, el clásico chullo, se pone su sombrero
haldudo y se va, desenmadejado, pendulante el paso, mientras la parvulada se
arracima y le lanza chistes crudos. Se va un poco curvado, un poco melancólico,
un tanto apagada la lumbre de sus ojos, que solo hallaron placer en la visión
de las altas cumbres del ande y los rebaños encharcados en los lodazales
inmensos, que, como costurones, como unos hoyos fluctuantes, vastos, surcan la
pampa chumbivilcana, en la que ha erigido el “chucho”, Gaucho peruano, la
leyenda de su indomable rebeldía, de su culto al ganado y de que como los
centauros nacen ya cabalgando…
Cuzco setiembre 1925.
Urashima
Bibliografía: Artículo de la Revista Variedades, publicado en Lima, el 31 de octubre de 1925 - Año XX1, Núm. 922.
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